jueves, 25 de diciembre de 2014

La Tregua de Navidad de la Primera Guerra Mundial

BRUSELAS (Reuters) - "Por todas nuestras filas (...) los escoceses y los hunos confraternizaban de la manera más genuina posible", escribió el teniente Edward Hulse a su madre tras la Navidad de 1914. "Si lo hubiera visto en una película, hubiera jurado que era falso", agregó.

El centenario de ese momento en la Primera Guerra Mundial es ahora celebrado como un triunfo de la humanidad sobre la carnicería que ocurría en Europa, un día en que las tropas en el frente de Flandes se reunieron tras cuatro meses de matarse unos a otros para cantar villancicos, intercambiar regalos y jugar al fútbol en tierra de nadie.

Un hecho menos conocido es que algunos soldados británicos después fueron castigados por una hora de camaradería con el enemigo.

Algunos de los afortunados sobrevivientes de 1914 pasaron tres Navidades más en las trincheras, sin otras treguas en medio de horrores que alimentaban el odio, pero también debido a que generales se esforzaron para acabar con lo que veían como una amenaza para el "espíritu de lucha".

En un incidente largamente olvidado, una repetición de ese famoso cese al fuego el año siguiente terminó con uno de los oficiales colega de Hulse en las Guardias Escocesas enjuiciado en una corte marcial.

A diferencia de Hulse, que murió el 25 de marzo de 1915, el capitán Iain Colquhoun sobrevivió a la guerra y registró cómo enfrentó el castigo militar por intercambiar nuevamente cigarros en Navidad con su enemigo alemán y permitir a ambos bandos enterrar a sus muertos.

"El mayor general (Lord Cavan) está furioso por ello", escribió Colquhoun el día después de la Navidad de 1915. Su comandante quería saber por qué se habían desobedecido órdenes específicas de que no se repitiera la camaradería de 1914.



LUCES DE NAVIDAD Y AMETRALLADORAS

El 25 de diciembre de 1915, Colquhoun, de 28 años, escribió en su diario: "Un oficial alemán vino y me pidió por una tregua para Navidad. Le contesté que era imposible. Entonces me pidió tres cuartos de hora para enterrar a sus muertos. Yo accedí".

"Nuestros hombres y los alemanes entonces hablaron e intercambiaron cigarros, cigarrillos, etc, por un cuarto de hora y cuando se terminó el tiempo hice sonar un silbato y ambos bandos regresaron a sus trincheras", agregó.

"Por el resto del día (...) no se disparó ni un tiro. En la noche, los alemanes pusieron luces de colores (...) y sus trincheras se veían por millas (...) Era una noche templada con nubes y luna llena y era lo mejor que había visto. Les disparamos un poco con nuestras ametralladoras y quitaron las luces", contó el teniente.

Tras otros 10 días en el frente cerca de Lille, recordados en el diario por los bombardeos y disparos pero también por el beber y apostar con compañeros aristócratas en la División de Guardias, Colquhoun regresó a un alojamiento en la retaguardia para encontrarse bajo arresto.

Acusado de actuar en perjuicio del buen orden y la disciplina militar por "aprobar una tregua con el enemigo", en su juicio de cinco horas el 17 de enero de 1916 el general Douglas Haig, el comandante británico principal, presentó la evidencia.

Colquhoun fue hallado culpable, pero solo recibió una reprimenda.

Que el primer ministro Herbert Asquith fuera el tío de su esposa y el hijo de Asquith su abogado defensor tal vez ayudó. El oficial también sintió que los militares entendían el espíritu de la Navidad, y escribió:

"Todos los que conocían los hechos del caso dicen que fue algo monstruoso el hecho de que se hiciera una corte marcial".

El caso no arruinó la carrera de Colquhoun. Llegó a los altos rangos pero continuó siendo popular entre sus tropas después de la guerra, mostrando preocupación por el bienestar de quienes luchaban junto a él, como el soldado Alexander Macdonald, abuelo de quien escribe esta nota.